Trataremos en estas líneas del libro de poesía Signo y Presencia (Liberman, 2025) del malagueño Francisco Muñoz Soler, que a tenor de la trayectoria internacional de su autor con numerosos libros editados en diferentes partes del mundo como Venezuela, Suecia, Portugal, La Habana o Estados Unidos nos invita a la reflexión sobre los caminos tan diversos en que el poeta se defiende ante la intricada y selvática vía de la publicación. Creemos que ‘La materia poética siempre se encuentra relacionada de una manera u otra con la experiencia vital de su autor’ o en palabras de Ángel González ‘La poesía es un punto de indisoluble unión entre lo personal y lo civil’. Así pues la poesía de Francisco Muñoz Soler esta compactada sobre los cimientos de una poesía global como corresponde a su andadura vital. Por estas páginas van apareciendo numerosos poetas y escritores como el argentino, afincado en París Arnaldo Calveyra, de quien toma la intrepidez de significar el arrojo en su primera sección o la poeta sevillana Julia Uceda, que también transitó por el país de la Beat Generation, Henry David Thoreau, Emily Dickinson y los McDonalds.
De modo que habría que apuntar con estos mimbres una gran línea en este poemario que es la temática del viaje, cuya influencia en la poesía es antigua. Se pueden rastrear topónimos y escenarios por la poesía española en Francisco de Aldana, Boscán o Garcilaso, que importaron el soneto. Pero también fueron viajeros Ganivet, o el cordobés Duque de Rivas (Córdoba, 1791- Madrid, 1865), mientras combatía con los franceses, quien introdujo, según Francisco Rico, la presencia de una “subjetividad notoriamente romántica” en su contacto con los poetas ingleses y de ahí nace su famoso poema El Faro de Malta, construido a partir de su exilio en esa isla, y que (el faro) “se convierte en trasunto de la hospitalidad que la isla ofreció a un poeta perdido en el oscuro mar de la emigración.”

El poema de viaje meramente descriptivo no trasparece, en mi opinión porque necesita que se abra a la vida, que no quede inane, que contenga esa intensidad del viajero cuando parte. Tampoco el término “poema viajero” resiste la densidad del tratado, pues hay que pedirle al texto poético algo más que un decorado. Este tópico se ha ido transformando y quizás el más famoso de los libros es “Poeta en Nueva York” o más cercano en el tiempo “Cuaderno de Nueva York” de José Hierro. Yo misma me siento muy emparentada a esta tradición con mi poemario En los Andenes de la Era Heisei, publicado en 2001, pero que desde los años 90 vengo leyendo sus poemas situados en Tokio, Takayama, Nikobyng (Dinamarca), Oslo o California en un repaso del final de milenio a través de multitud de escenarios. A este tipo de poemas que para mí no son viajeros sino de diálogo con el tiempo y la época que nos ha tocado vivir, también Muñoz Soler, por su profusión viajera nos interpela desde Malasia, Suecia, Río San Juan en Guatemala o en Quesada (Jaén). Atentos a esta realidad tan candente sobre todo en las dos últimas décadas se publicó en Shearsman Books una antología que recoge los poemas dedicados a Londres por parte de poetas españoles titulado Streets Where to Walk is to Embark: Spanish poets in London 1811 – 2018, recopilado por Eduardo Moga con traducciones de Terence Dooley.
Además, debemos añadir que este poemario de Francisco Muñoz Soler va mucho más allá transcribiendo la realidad poética. La primera sección de Signo y Presencia ‘Buscar un arrojo’ se inicia a modo de presentación con una poética, fórmula que deviene sin duda en la declaración de intenciones a priori del autor. Para Soler el límite del lenguaje es un canto de celebración de la vida, que puede hallarse no sólo en lo inefable, en aquello que no se puede explicar, sino también en cosas de menor relevancia o incluso en la fragilidad de la existencia. Ya despliega aquí un sinnúmero de versos rotundos, que será el haber de cuanto nos vamos a encontrar en todo el poemario:
‘Combatir los discursos disolventes/que fluyen de la energía negativa/para construir un mundo en el que el silencio hable…/’
‘Desplegar las alas con el alma transparente’
‘El deseo convierte en gaseoso/ la solidez de los principios’
Esto es sólo un muestra de la capacidad aforística utilizada en este libro. Y si entramos ya en materia es en ‘Horizontes de sucesos’, la segunda sección, cuando contemplamos la huella de esa esencia vivida la que nos convoca en torno a temas eternos como el nacimiento de los hijos o la muerte de los seres más queridos: la madre y el padre. Pero sobre todo la madre, a quien se le dedica una elegía en ‘Gracias por darme la vida’. Se repasa todo ese cúmulo de experiencias donde ‘la frustración de los que no parten’ y ‘el vacío dejado’ sólo encontrarán su refugio en la memoria. Honrarla es homenajear el desconsuelo de la pérdida. También se trata el paso del tiempo, otro de los tópicos por excelencia de la poesía, que aquí le confiere visos de disfrute -como dice nuestro poeta -quizás ‘para engañarse y aplacar el pavor a lo que nos toca’.
Son poemas reales, de simbiosis con la envergadura de la vida. Temas mayores como el dedicado a los supervivientes del cáncer, por ejemplo, pero con la delicadeza de no hundir en la miseria nuestra autoestima y nuestra alegría. Encontramos siempre un fino hilo de esperanza en sus poemas como en ‘Y soñar el nuevo día’, que concluye esta 2ª sección, unido a la aparición de cuando en cuando de una ironía no velada, expresa, que nos conmueve.
El núcleo central de este poemario se encuentra en ‘Ética en tiempos oscuros’, donde el poeta se emplea a fondo en la temática social y cívica, ahondando en la situación actual del mundo, y sus manipulaciones: ‘En un mundo que está mudando de piel’ como dice el poeta. En este poema, muy avezado, capta las turbulencias y el miedo que genera el cambio eurocéntrico; el giro global que ya ha comenzado. Asimismo, predominan otros temas como el desarraigo en ‘Escuchar una lengua’, la escasez de nacimientos en las sociedades avanzadas, el planteamiento de la Naturaleza abandonada al albur de un turismo depredador y la indiferencia ante las desgracias delante de un telediario. Son muchas las temáticas sugeridas en estos poemas de cuño ético, cuyos héroes son rescatados del hombre y de la mujer de nuestro tiempo. Seguramente de los excluidos y de los deshumanizados, de los anulados, como dice Julia Uceda, muy presente en el poemario de Soler, como ya hemos indicado. Es cierto que los nobles ideales no construyen el poema como nos enseñaron los proyectos poéticos de los años 50, pero existe una necesidad de introducirlos en la conciencia del lector y y éste los demanda, sobre todo si acuñan las nuevas realidades o dan forma a las antiguas.
Y para concluir, habría que decir que este libro Signo y Presencia se ha vertebrado tanto desde una visión subjetiva del mundo exterior como desde la manera que el poeta experimenta su propio mundo interior. Un paseo por la condición tangible del ser humano, a la vez clásico, universal y asimismo postmoderno. Mecido por la ola de lo coetáneo; de lo más vigente y actual, y proporcionando la respuesta que la poesía debe ofrecer -como dice Eliot en The love song of J. Alfred Prufock -en tiempos de cientos de indecisiones,/(y también) tiempo de cientos de visiones y revisiones.”
Balbina Prior



