Por Francisco Javier Rodríguez Barranco
Cabe señalar, en primer lugar, que se trata de una edición bilingüe, lo que no me parece un logro
menguado, publicada por la editorial CreateSpace, de San Bernardino (California, USA), en 2014.
Cuando un poeta inició su andadura creativa hace casi cuarenta años, un poeta muy joven en aquel
entonces, no resulta fácil hacer una selección de sus poemas. Imagino, pues, que habrá sido una
labor ardua la acometida por Francisco Muñoz Soler (Málaga 1957), que de la poesía ha hecho su
vida, y a la poesía la vida ha dado poesía.
Podemos, por ello, espigar los diferentes motivos que le han inspirado desde 1978 hasta 2014, pero
si la poesía se compone de un significante y un significado, creo que en cuanto al significante hay
un denominador común a todos estos poemas y es la construcción en versos breves, que permiten
mucha mayor fluidez al poema, y a la escasa adjetivación, muy acorde con el aforismo de Huidobro
“el adjetivo cuando no da vida mata”. Uno de los mayores escritores de la lengua española Juan Ramón Jiménez, evolucionó desde una estética impresionista, casi pictórica, a una poesía en la que
la adjetivación prácticamente había desaparecido.
En cuanto a los temas que trata Muñoz Soler observamos un primer momento de fuerte componente
introspectivo, algo así como si el poeta se situara a si mismo en el mundo fugaz, sintiera que ha
nacido creativamente y quisiera dejar constancia de esa situación, de propia existencia, de su
identidad. En este primer momento creativo, el lema parece ser vivir, viajar, observar. Sentir en
definitiva que uno está vivo y de ahí algunos momentos como este fragmento de “Sentirme vivo”.
Sentirme vivo
justificar ante mi consciencia
que está mereciendo la pena
este viajecito del nunca jamás
por la minúscula senda
Tampoco está exenta la poesía de Muñoz Soler de ciertas apelaciones a Dios, de quien se espera algo, por lo menos una palabra, muy en sintonía con la poesía existencial española de la década de
los cuarenta desgarrada por nuestra guerra civil y por la Segunda Guerra Mundial, cuando el silencio de Dios hacía daño. Dice así Muñoz Soler en “Esperamos”
Rezo a Dios para que mi sentido común
sea un cubo de agua en el océano de la compresión
Pero en la primavera de 2003 recién estallada la Segunda Guerra Irak, el poeta sólo puede expresar
su espanto ante tan brutales acontecimientos y eso es lo que hace Muñoz Soler en “Mi hijo tan
parecido a los iraquíes”, fechado el Jueves Santo de 2003, y de ese modo se inicia una etapa en su
trayectoria creativa con marcado carácter de denuncia social, que no es un alegato de la poesía impura reinvidicada por Pablo Neruda desde la revista Caballo verde para la poesía, de la década
de los treinta, sino que mantiene la línea de cuidado formal y versos breves para pintar el cuadro
de nuestro mundo contemporáneo. Así, son denostadas situaciones como la homofobia, la penuria
en Centro Habana, o las fronteras impenetrables, fronteras de hormigón, fronteras en las almas.
Dentro de esta línea de poesía social, quiero quedarme con el poema “Crack” pues hay en él algo
que recuerda poderosamente las penosas condiciones de vida de los negros de Harlem, denunciadas
por Federico García Lorca en Poeta en Nueva York. Basten tan sólo unos versos del poema de
Muñoz Soler, que se inicia así. “Espectral danza de inclementes cuellos blancos”, y en parte central
descubrimos lo siguiente:
Bajo la malla de calcio donde danzan
los bebedores de inocentes lágrimas
brotan tubérculos de brazos de sombras,
sepias de envolventes tentáculos
y tinta cegadora de niños pobres
Envuelto todo ello en un marcado tono surrealista, que es también el que preside el libro de Lorca
arriba mencionado.
Momentos hay en el libro de Muñoz Soler para la sensualidad tropical como en “La esplendorosa señora del trópico” o en “Alamar”, que se inicia con estos versos:
En el extremo este de la gran señora del trópico
entre deslumbrantes tesoros naturales,
brisas marinas y un intenso verde paradisíaco
se halla un laberíntico e inhóspito crisol.
Pero ya en “Agua de mar” se habla del “Agua amarga que daña/ mi vida y mi alma” y en los
poemas finales que componen Poemas Selectos se aprecian claramente momentos de tristeza,
nostalgia, hiedra amarga, temores, despedida, en “Regresar al origen” casi al final del libro y
algunos versos particularmente intensos,como”la guadaña y la distancia”, en “La vida me ha
saturado”. Proximidad del vacío en “Destruirme y conmigo al ángel negro”
Destruirme para volver a nacer
a andar por este espacio de vida
sinónimo de olvido y poder restaurar
mi signo hasta la puerta de lo eterno
El implacable paso del tiempo en “Con la mirada fija en los números del año” que me permito
reproducir entero.
Como cuerpo extraño me golpean
dos mil trece, dos mil trece golpes en mis ojos
ayer era mil novecientos setenta y ocho
y me imagino el año que seré mayor
lo cercano que será mañana, lo cercano.
Poemas Selectos, de Francisco Muñoz Soler, se trata, en definitiva, de un intenso recorrido por la
evolución creativa y personal de su autor, construido sobre unos poemas, cuya elocuencia facilita
la reflexión estética y vital que requieren.