La diferencia entre las culturas oriental y occidental es tan abismal que sólo puede suscitar
equívocos y ambivalencias, incomprensiones y no resuelven sino complican los mil matices
que las relacionan, por esos mismos equívocos. Es de ese modo natural que, a la riqueza
verbal de la expresión de Occidente, la atraiga la parquedad oriental; sin que se sepa mucho
de la relación inversa, desde que esta preocupación es propia de una misma riqueza verbal
de Occidente.
En todo caso, esto explica los casos intermedios, en que le verbo occidental deviene calmo por
la fuerza reflexiva de Oriente; en figuras como el libanés Jalil Gibran, que rebasa las fronteras
del aforismo con la belleza de los excesos gratuitos que encontrará el modernismo europeo.
ese es el caso de una poesía como la de Francisco Muñoz Soler, como no puede ser de otro
modo además; no porque él participe de esa ambivalencia formal, sino que la porta y la crea
en sí mismo, en su propia naturaleza.
A saber Muñoz Soler no es sólo sensibilidad poética, sino que es original y fresco en su poética;
puede que porque provenga de los farragosos archivos de la lengua, no exactamente de una
alegre sensualidad. Eso no significa que sea adusto y serio sino más bien reflexivo, cobrando
esa densidad que sólo encontramos en los orientales; a los que sin dudas no desconoce, sino
que probablemente comprenda mejor en su propio sentido, por estos otros instrumentos que
se gasta.
De ese modo, Soler no decae nunca en su verso al profesorado exhibicionista, que retrae
modesto a sus materias, sino que se permite el juego gracioso con la imagen, como el más
tradicional de los poetas de Occidente. Al mismo tiempo, sin embargo, puede hacerlo con ese
comedimiento del haikú, en el más estricto verso blanco; en lo que si bien es un oxímoron
explica esa equívoca ambigüedad de que se hablaba al principio.
Esa es la razón de que se citara a Gibran, no por cultismo, sino para ofrecer una referencia; que
explicando esta singularidad de Muñoz Soler permita comprenderlo mejor, en ese propio
sentido suyo. Eso también explicaría la huella constante de María Zambrano, cuyo
pensamiento es tan especial a la poesía; como reparando aquel rechazo primero, de la ofrenda
modernista a los pies románticos de España; tan distinta en su afrancesamiento al
intelectualismo inglés, pero por ello mismo más desmesurada en su hermosura.
Así también, la poesía de Muñoz Soler funciona por esa parquedad de una línea sobria, que
consigue explorar la imagen; no en el dramatismo- lo que es asombroso- sino en el recto
sentido, con que asombra más aún que si fuera dramático. Esa es la secreta diferencia de uno
y otro lado de esa frontera cultural, y pocos son los que pueden cruzarla; porque, como los
picos de los Pirineos esconden la complejidad europea, estos esconden la humana, más grave
aún, la de la humana expresión, que ha de resolverse siempre en una forma, y esta ha de ser
hermosa y con sentido.
Esta poesía de Muñoz Soler consigue hablar y tratar problemas existenciales, donde la poesía
sólo puede expresarlos; eso es lo que tiene de oriental, domando la escondida aridez que hace
lucir etéreo el pesado andamiaje del verso de Occidente. Eso habla de otra vuelta en la
vitalidad del arte, que no va a morir sino que se transforma en sucesivas síntesis; como una
alquimia, que siendo de la forma es más problemática, porque se alza contra toda convención
en si misma convencionalidad.
Es de ahí de donde proviene este aspecto de oxímoron, de toda explicación que se atreva con
esta poética; que si bien es una antología y no una teoría estética, tiene en su ligereza esa
misma densidad en su atrevimiento. Este es en todo caso, uno de esos raros libros que exigen
ser regalados a amantes y amigos, como muestra exacta de afecto; porque depara momentos
de dulce abandono, a ese estado de la felicidad que es la buena lectura, como culminación
apoteósica de toda existencia y relación.
Este libro maravilloso y bello es también, un l-Ching, en ese orientalismo de libro de libros que
registra los cambios (Borges); porque se trata de una antología, que recoge en su ramillete
todos los poemas del autor desde el 2016,