“TIEMPOS DE PRODIGIOS” DE FRANCISCO MUÑOZ SOLER. Por: CARLOS SANTIBÁÑEZ ANDONEGUI.

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Tiempos de prodigios”, escrito en 2008  toma su nombre del poema propiamente llamado “En tiempos de prodigios”, donde el autor refuta los triunfos de la tecnología que no han sido capaces de cambiarnos el alma, tiempos en los que se refleja la eterna definición de la humanidad que el autor condensa así: “somos zona de tránsito/ fluyente de intercambios/ de ideas, costumbres y emociones”. Empiezan con un algo ecuménico, revelando una plaga de cuervos que tratan de imponer sus “obvias dignidades”, sobre plazas marmóreas en las que ellos no creen y sin embargo, habrá de conjurar su oscurantismo. Tiempos que cargan con la intransigencia, no de quien espera poseer a Dios, sino de quienes creen que Dios les pertenece a ellos. Al ritmo de las grandes urbes, como Shangai, Kabul, y Francisco, se tambalea el ser. Se dificulta saber qué somos los humanos, qué clase de ruido que perfora los tímpanos y obliga a depositar literalmente, un gesto, algo que inevitablemente, quedará en una mueca.

El poeta asume aquí la veta social. Se conduele ante la humana luz de sonrisas intercambiadas cotidianamente en la red tecnológica computarizada, pero que entre ellas forman poco a poco el fermento de “un mousse de angustia”. Sí, lo que se toca con la mano no es igual a lo que se toca con la mente. Por ello, el poeta se duele, se conturba ante los desvaríos, no del mundo moderno, porque no son modernos, sino del mundo actual, que al corromperse invita a relajar las costumbres, dando así paso a tratos falsos que no reflejan el amor, sino su descomposición. No se ataca al amor, incluso a todo aquello que emule al amor, o de nuevas luces o pistas a propósito suyo, sino a lo falso que hay en algunos que se valen de eternas figuras amorosas, para disimular en medio del fraude, su traición. Y en este clima de derrumbamiento moral, el derrumbe de determinadas capas, acarrea el de otras. Ocupa la atención del poeta el deceso de una defensora de derechos humanos, por quien escribe el poema intitulado: “A horas de tu vil asesinato”. Cumple luchar por aquello que se ama, aunque se pierda, porque entonces se tiene el valor de haber jugado una opción. Lo verdaderamente muerto, es la ficción de defender el absurdo de la limitación de este derecho humano. Por eso no se justifica la dictadura, dice el poeta: “Sólo puedo creer en un Dios/ que haga libre a las personas”. Otorga en este punto su correcto lugar a las mujeres, por cuanto expresa “no hay creencias/ cuya interpretación no discrimine a las mujeres// será porque todas/ están escritas e interpretadas por hombres, // y las utilizan/ en beneficio propio”. Es así como expresa que “quien dice matar por dioses e ideas/ no cree en ellos ni tiene ideario. / Sólo le mueve la ambición de su provecho”.  El poeta se hace una pregunta: ¿Quiénes escriben la historia de la humanidad?”, y encuentra que “la escriben personas anónimas/ con las letras de sus sangres”. En el revés de esta palma sudorosa, están los cretinos, sobran los cretinos que ni siquiera logran su objetivo de disfrutar tal exceso de acumulación, antes da cuenta de ello la devastación de la naturaleza asolada por el cambio climático, pero a diferencia de los dinosaurios, los cretinos de hoy “mueren matando”.

En un paisaje de desolación, las chabolas lucen “colgadas sobre las vías del tren/ que huyó del tiempo”. Las armas y las letras por igual se vuelven instrumento manejado a capricho en manos de opresores, de los “incitadores de cuello blanco”, y triunfadores de batallas pírricas que creen ganarlo todo, conquistarlo todo, pero que solamente se apropian “con sus manos invisibles/ los beneficios de la sal evaporada”. Sí, los seres humanos somos principalmente agua y sal. Decía Saint-John Perse: “Memoria, cuida tus rosas de sal”: Hasta los cuentos mismos, que puedan ser escritos, quedan cortos  al mundo y a quienes suponen arreglarlo, porque la realidad supera a la ficción. Como lo dice el poeta: “En las guerras la realidad/ siempre supera lo que se ve/ y lo que se imagina/. Para entender la verdad, recomienda, hay que ser fuerte. Pues lo que vemos es casi el producto de “hacedores de invisibilidad auténtica”, ante los cuales “no tenemos que desviar la mirada/ porque no los vemos, están pero no existen”. No vuelve a ondear la máxima que antiguamente rezaba “Yo soy la libertad y vuestra dicha servir con deleite mi voluntad.” Hay en fin, dignidades que han sido hipotecadas, sobre las cuales no es posible edificar nada en forma confiable o permanente, y en este adentrarse por los duros fondos de la humanidad que pone en fuga los prodigios, el poeta invoca a Allen Ginsberg, en el poema que reza: “Ginsberg lo tenía claro”. Los poderosos, erigiendo sus ciudades, su civilización, sobre una inmensa mayoría de pobres. Por fin, en su último texto, cuenta el poeta cómo esto es hecho, y de qué manera mueren a diario en este mundo unos 26 mil niños por causas que podían haberse evitado.

Un opúsculo palpitante, que hay que leer, en donde Francisco Muñoz Soler nos arranca un suspiro desgarrador a causa de un camino mal recorrido por la humanidad que indigna más en cuanto podría haberse previsto y aun enfrentado, pero que inexorablemente nos conduce a una vorágine en que la tónica parece ser la apocalíptica advertencia que preveía el fin del mundo: “Se escucha el primer ¡ay!…”

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FRANCISCO MUÑOZ SOLER

Poeta español con una amplia obra publicada en países como España, Portugal, Italia, México, Suecia, Estados Unidos, India, Cuba, Turquía, Perú, El Salvador, Venezuela, Honduras, ha sido traducido al inglés, sueco, francés, portugués, italiano, ruso, turco, árabe, griego, rumano, macedonio, uzbeko, búlgaro, asamés, bengalí y chino.

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